Y sigo como parte de un organismo,
la célula diminuta en el espacio, unidad de creación de menor tamaño, pero que aun vive y que debe asimilarse.
Dedicando un poco de tinta
a la libertad, para encontrarme de nuevo con el aroma de una página, de una
expresión en tiempos no expresivos. Vértice de mi tiempo, todo queda estático e inmutable para conseguir darle su verdadera prevalencia a las escurridizas letras con las que me
tropiezo siempre, aquellas que retumban constantemente y agobian mis sentidos y
comprensiones. Voy perdiendo segundos de
reflexión que acallan con el tiempo, soplos que no regresan, ni por esporas ni
por lagunas, perdidas en un lapso.
Rechazando el predominio de lo
presente, lo dicho, y partiendo de mi realidad con tal atrevimiento de mi
parte, con mi insolencia, desnudando todo a mi alrededor me acerco de nuevo a
escribir, tal maldad que en presente me cautiva, sofoca hasta los huesos, con
un dolor intenso gratificante, es tal la
pesadumbre que aflige en mi deambular, la angustia que percibo con un abrazo del
monstruoso sistema que me acompaña, uno que no comprendo al encontrarse recargado en
algunas mentes coloidales que no vislumbran el horizonte de esperanza, conjunto del último bastión del encuentro del hombre, luego
de la crisis, una mutación considerable.
Se me escurren gratos razonamientos, espero
detenerlos en el tiempo para rehacerlos en estas páginas olvidadas en el
cosmos, no queriendo ser un transcriptor, con esplendor bibliográfico de
grandes magnitudes. Solo pretendiendo separar los espacios, uno del otro, como
dos puntos diferentes pero que convergen en su clara importancia, y ahora sí,
creando la turbulencia para poder navegar mejor, encontrando el espacio
adecuado para planear, alcanzando nuevas latitudes de un cuento que aún no
termina.