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martes, 3 de junio de 2008

Falleció Eduardo Umaña Luna

Fue el primer investigador de la violencia en Colombia
“Umaña trascenderá después de muerto”
Por: Humberto Coronel
Dejó inconclusa una obra con la que intentaba demostrar que los derechos humanos son un discurso del que se apropió la burguesía.

El miércoles en la madrugada en Bogotá, con 85 años de edad, murió Eduardo Umaña Luna, considerado uno de los juristas más importantes del país, cuyos libros son casi lectura obligada para quien quiera conocer sobre la violencia en Colombia.
Foto: /Archivo

Umaña Luna publicó más de 30 libros a lo largo de su carrera.
Trabajó de la mano con Orlando Fals Borda, otro de los más reconocidos investigadores nacionales. En 1959, con el entonces sacerdote Camilo Torres, promovieron la creación de la Facultad de Sociología en la Universidad Nacional, que fue también la primera en Latinoamérica.
Umaña Luna recibió muchas críticas por su cercanía con el líder del Eln Camilo Torres. Sin embargo, lo que sus detractores nunca pudieron desconocer en él fue la magnitud de sus discursos. Era un orador brillante. Como penalista, defendió a presos políticos, especialmente en los consejos verbales de guerra. Ejemplo seguido por su hijo Eduardo Umaña Mendoza, quien fue asesinado el 18 de abril de 1998.
Eduardo Umaña Luna murió lleno de proyectos y esperanzas. Fue un incansable que hasta los 78 años de edad despertó todos los días a las 4:00 de la mañana, para dedicarse a analizar la realidad del país y preparar una de las más de 3.000 conferencias que dictó en diversos escenarios del mundo y la Universidad Nacional.
Centro académico donde ingresó en la década del 40 y permaneció hasta sus últimos días enseñando a pensar, luego de haber estudiado en el Instituto de Ciencias Económicas y fundar la Facultad de Sociología en 1959, junto con Camilo Torres y Orlando Fals Borda.
Su combatiente amigo de lucha ideológica, con el que ingresó a estudiar economía en la Nacional hace más de 60 años, Raúl Alameda, lo describe como un hombre que “transitó la grandeza pero que la desechó para ser importante”, y Germán Umaña, su hijo, lo ve como a una persona recta que siempre luchó por los derechos de los pueblos y la sociedad; pero que emprendió su causa desde la academia con sus escritos, con sus enseñanzas, con sus conferencias, con esa palabra regia, violenta e inteligente que estuvo llena de paz. Esa paz soñada con la que pretendía construir un nuevo país.
“Mi papá no era distinto con sus hijos que con la sociedad y ese es el ejemplo que nos queda. Nosotros sólo somos un accidente biológico, porque él era un hombre del país y de la sociedad, pero ante todo era un humanista como lo fue con Camilo (Torres) y por eso ellos siempre pensaron que esa conjunción, entre lo que pensaban todos los hombres que creían en una sociedad mejor, se funde en el humanismo social”.
Desde el pasado viernes en la tarde quedaron sus cenizas en el cementerio Jardines de Paz de Bogotá. La misma ciudad que lo vio nacer en 1931 y asumir una postura de vida, marcada por las dificultades que desde niño asumió por la desigualdad social. En el auditorio ‘Camilo Torres’ de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional, se registró el homenaje que le brindaron sus familiares, amigos y alumnos.
Pero el legado más grande estará en las mentes de quienes siguieron sus ideales y en las bibliotecas del país con cada uno de sus escritos sobre los derechos humanos, los derechos de los pueblos y el niño, donde letra a letra configuró su análisis sobre el profundo sentimiento que le produjo la violencia que sigue carcomiendo al país. Perdurarán sus textos que analizaron lo que él denominó ‘la tramoya colombiana que cada día se complica más’.
Aunque su primera obra fue El Memorial de Agravios, de Camilo Torres. En 1962 escribió, junto con sus otoñales amigos, Orlando Fals Borda y Germán Guzmán Campos, La Violencia en Colombia, primer libro que analizó y denunció la compleja situación de barbarie por la que atravesaba el país, donde se dio espacio a los testimonios de víctimas y victimarios. Escribió más de 33 libros de profundo análisis y críticas, porque desde joven le dolió el país.
Según el hoy miembro de las academias colombianas de Historia y Ciencias Económicas, Raúl Alameda, siempre le preocupó la brutalidad con la que el poder se ensaña en contra de los más débiles, los perseguidos, los humillados, los pobres y los descalificados:“La imagen de Eduardo Umaña es una suma de valores acumulados en todos los sentidos. Como ser humano, es una cifra muy elevada de lo mejor que tiene el hombre.
Yo iba a decir, por haber estado en algunas oportunidades muy próximo a él, que éramos almas gemelas, pero es mucha pretensión mía ponerme en términos de igualdad con él. Pienso que fue un revolucionario en pensamiento, en su comportamiento, en sus acciones y erguido, a quien no le importó nunca tener relevancia y significación”.
Pero el hecho que más le dolió, según su hijo Germán, actual decano de la Facultad de Ciencias Económicas y director del Centro para el Desarrollo de la Universidad Nacional, fue que en 1964 no se llegara a un acuerdo de paz con el extinto jefe de las Farc,Manuel Marulanda Vélez, que en ese entonces comandaba un puñado de guerrilleros.
“Le dolía porque eran 40 personas entre hombres y mujeres. Llegaron a un acuerdo de paz que valía cuatro millones de pesos. Llegaron a consultar al presidente Guillermo León Valencia y estuvo de acuerdo, el presidente del Congreso y estuvo de acuerdo, el general Gabriel Rebeiz Pizarro, ministro de Defensa y estuvo de acuerdo.
Pero cuando todo estaba listo para ese acuerdo, el cardenal Luis Concha Córdoba le negó el aval a los padres que estuvieron en los diálogos: Camilo Torres y Manuel Pérez. No se pudo hacer el acuerdo. Y tres días después se bombardeó Marquetalia y se inició la nueva tragedia de la historia colombiana, que son las Farc que conocemos ahora. Ojalá en este momento podamos volver a ese acuerdo de paz”, manifestó a El Espectador Germán Umaña.
El profesor Eduardo Umaña se diferenció de quienes lideraron una lucha revolucionaria, porque fue un hombre que siempre estuvo contra todo arrojo de violencia. Se caracterizó porque desde sus escritos la combatió y trató de enseñar a través de ellos, que existen caminos alternativos a la barbarie que se ha vivido durante los últimos 400 años en Latinoamérica.
Con el mismo radicalismo e inquietud que desde joven lo llevó a tratar de lograr un cambio que creyó próximo, pero que hasta los últimos días de su vida no se hizo realidad. Escribió la mayor parte de un libro en donde intentaba demostrar que los derechos humanos eran simplemente un discurso del cual se apropiaban las burguesías. En ésta, su última obra todavía inconclusa, afirma que el tema de los derechos de las gentes es un discurso mentiroso en el sentido de que nunca se cumplen.
Germán asegura que este libro no quedará inconcluso. Que él tiene ahora el compromiso y la obligación de terminarlo para que la sociedad colombiana y quienes fueron inspirados por su padre conozcan lo que planteó en su obra final. La que quizá le permita otorgarle el reconocimiento que le fue esquivo en un país, donde desde siempre, el que ha formado parte de la izquierda o ha expuesto sus ideales revolucionarios ha sido mirado mal o despreciado por las élites.
“Creo que es de esos hombres grandes, que como el Cid Campeador tendrá la trascendencia que se merece después de muerto”.