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sábado, 19 de abril de 2008

El Sueño Americano esta por terminar.



Publico el reportaje special para Newsweek del Prof. ANDREW MORAVCSIK Princeton University y su respuesta al comentario que envie a su correo



RE: student Colombiano Unicauca‏
De:
Andrew Moravcsik (amoravcs@Princeton.EDU)
Enviado:
sábado, 29 de marzo de 2008 07:27:23 p.m.
Para:
'GERSON PAZ' (andrespazceron@hotmail.com)
Muchas gracias por su nota y por su interés en mi artículo.
Prof. ANDREW MORAVCSIK Princeton University Contributor, Newsweek Magazine E-mail: amoravcs@princeton.edu Web Site: www.princeton.edu/~amoravcs/ On Leave 2007-2008: Shanghai China Telephone: +86 21 5359 4969 x3106





Hace no mucho, el ‘sueño americano’ era una fantasía global. no sólo los habitantes de EE UU se consideraban a sí mismos como guías de las naciones. Gran parte del resto del mundo también lo creía. En Europa oriental sintonizaban Radio Europa Libre. En la Plaza de Tiananmen, los estudiantes chinos erigieron una réplica de la Estatua de la Libertad. Sólo hubo que escuchar el discurso inaugural de George W. Bush la semana pasada (mencionando 49 veces la palabra “libertad”) para apreciar cuán arraigado está este mito. Para muchas personas en el mundo, la retórica del Presidente confirmó su temor de un EE UU imperial que persigue implacablemente sus estrechos intereses nacionales. Pero el peligro mayor puede ser un EE UU engañado, es decir, que cree —a pesar de toda la evidencia en contra— que este sueño sigue vivo, que EE UU sigue siendo un modelo para el mundo cuya misión es difundir la palabra.La gran diferencia entre la manera en que los estadounidenses se ven a sí mismos y cómo los ve el mundo se resumió en una encuesta realizada la semana pasada por la BBC. Un 71 por ciento de los estadounidenses ve a su país como una fuente de bondad en el mundo. Más de la mitad consideró la elección de Bush como algo positivo para la seguridad mundial. Otro estudio informa que 70 por ciento tiene fe en sus instituciones y casi 80 por ciento cree que “las ideas y costumbres estadounidenses” deben extenderse globalmente.Los extranjeros tienen un punto de vista muy diferente: en la encuesta de la BBC, 58 por ciento cree que la reelección de Bush es una amenaza para la paz mundial. Entre los aliados tradicionales de EE UU, la cifra es mucho más alta: 77 por ciento en Alemania, 64 por ciento en Reino Unido y 82 por ciento en Turquía. Entre los 1.3 mil millones de miembros del mundo islámico, el apoyo para EE UU se mide en dígitos. Sólo Polonia, Filipinas e India consideraron positivo el segundo período de Bush. Resulta evidente que el sentimiento anti-Bush del primer período presidencial está dando paso a un sentimiento antiestadounidense más general. Una gran cantidad de opinantes (el promedio es 70 por ciento) en cada uno de los 21 países encuestados por la BBC se opone al envío de tropas a Irak, incluidos los habitantes de la mayoría de los países que ya lo han hecho. Sólo a un tercio, distribuido desproporcionadamente en los países más pobres y dictatoriales, le gustaría ver que los valores estadounidenses se extendiesen en su país. Según Doug Miller, de GlobeScan, que realizó el informe de la BBC: “El presidente Bush ha aislado a EE UU del mundo. A menos que la administración cambie su enfoque, continuará minando el buen nombre de EE UU y, por lo tanto, su capacidad de influir eficazmente en los asuntos internacionales”. El ex presidente brasileño José Sarney expresó los sentimientos del 78 por ciento de sus compatriotas, que ven a EE UU como una amenaza: “Ahora que Bush ha sido reelegido, todo lo que puedo decir es, que Dios bendiga al resto del mundo”.La verdad es que los estadounidenses viven en un mundo de ensueño. Los demás países no sólo no comparten la imagen que EE UU tiene de sí mismo, sino que tampoco aspiran a emular los logros sociales y económicos de ese país. La pérdida de fe en el modo de vida estadounidense va más allá de esta jactanciosa administración y su guerra en Irak. Aun si Kerry hubiese sido elegido presidente, habría tenido que confrontar un descontento similar, debido a que éste se deriva del éxito de algo que EE UU tiene en muy alta estima: la difusión de la democracia, el libre mercado y las instituciones internacionales; en una palabra, la globalización. Actualmente, los países tienen docenas de modelos políticos, económicos y sociales para escoger. El sentimiento antiestadounidense es especialmente virulento en Europa y América Latina, donde los países han establecido sus propias formas distintivas, ninguna de ellas hecha en EE UU. El futurólogo Jeremy Rifkin, en su reciente libro “The European Dream” (El sueño europeo), anuncia la llegada de una UE basada en un generoso sistema de seguridad social, diversidad cultural y respeto a las leyes internacionales; un modelo que ha sido adoptado rápidamente por las naciones de Europa Oriental y los Balcanes. En Asia, el surgimiento del capitalismo autocrático en China o Singapur es un “modelo” de desarrollo tanto como lo es la cultura corporativa llena de escándalos de EE UU. “Primero emulamos”, dijo recientemente un hombre de negocios chino ante el consejo de administración de una multinacional estadounidense, “luego, superamos”. Muchos sienten la tentación de considerar al nuevo sentimiento antiestadounidense como una perturbación temporal o como simple resentimiento. Deslumbrado por su propio mito, EE UU se ha vuelto incapaz de reconocer sus fallas. Porque el modelo estadounidense presenta muchas fallas. Si el resto del mundo ha perdido la fe en el modelo político, económico y diplomático de EE UU, ello se debe, en parte, a la muy buena razón de que ya no funciona tan bien como antes. DEMOCRACIA ESTADOUNIDENSE: Hubo un tiempo en que la Constitución estadounidense era un documento revolucionario, lleno de innovaciones: elecciones libres, supervisión judicial, revisiones y balances, federalismo y, quizás lo más importante, una Ley de Derechos. En los siglos XIX y XX, muchos países de todo el mundo copiaron el documento, sobre todo en América Latina. Lo mismo ocurrió en Alemania y Japón después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Hoy? Cuando las naciones escriben una nueva constitución, como lo han hecho docenas de ellas en las últimas dos décadas, rara vez se basan en el modelo estadounidense. Al salir los soviÉticos de Europa Central, los estudiosos de la constitución de EE UU acudieron en masa. Fueron escuchados por cortesía y despachados de vuelta a casa. Jiri Pehe, consejero del ex presidente Vaclav Havel, recuerda la firme decisión de los checos para adoptar un sistema parlamentario de estilo europeo, con límites estrictos para la realización de campañas. “Para los europeos, el dinero resulta demasiado importante en la democracia estadounidense. Está muy expuesto a ciertos tipos de corrupción o, por lo menos, a la influencia de facciones poderosas”, afirma. “Los europeos no querían seguir esa vía”. También buscaron limitar la influencia de la televisión, a diferencia de las campañas estadounidenses donde, según Pehe: “Los debates televisivos y la apariencia fotogénica gobiernan las victorias electorales”. Lo mismo ocurre en otras regiones. Después de que los aviones y las bombas estadounidenses liberaron Kosovo, el país optó por una constitución europea. Al bosquejar una constitución posterior al apartheid, Sudáfrica rechazó el federalismo estadounidense a favor de un modelo alemán que los líderes juzgaron apropiado para el Estado de seguridad social que deseaban construir. Ahora, las noveles democracias africanas ven a Sudáfrica como su inspiración, dice John Stremlau, un ex funcionario del Departamento de Estado de EE UU, quien encabeza el departamento de Relaciones Internacionales en la Universidad de Witwatersrand, en Johannesburgo: “No podemos confiar en los estadounidenses”. Las nuevas democracias buscan una constitución moderna y que refleje sus preocupaciones de igualdad racial y social, explica. “Parafraseando a Lincoln, Sudáfrica es ahora ‘la última gran esperanza’ de África”.





Muchos elementos de la ley y la sociedad estadounidenses preocupan al mundo en estos días. Casi todos los países rechazan el derecho de EE UU a portar armas, considerándolo como un anacronismo raro y peligroso. Esos países aborrecen la pena de muerte y exigen mayores protecciones a la privacidad. Sobre todo, una vez que la mayoría de los sistemas no estadounidenses alcanzan un nivel de afluencia razonable, se basan en los sistemas europeos al considerar a la provisión de seguridad social adecuada como un derecho básico. Todo esto, dice Bruce Ackerman, de la Facultad de Derecho de Yale, contribuye al sentimiento creciente de que la ley estadounidense, que una vez fue la norma mundial, se ha vuelto “provinciana”. La negativa de EE UU de aplicar las Convenciones de Ginebra a ciertos sospechosos de terrorismo, de ratificar los tratados globales de derechos humanos como la inofensiva Convención de los Derechos del Niño o apoyar a la Corte Internacional de Justicia (junto con los abusos en Abu Ghraib y Guantánamo) sólo refuerzan la convicción de que la Constitución y el sistema legal de EE UU están desfasados del resto del mundo. PROSPERIDAD ECONÓMICA: El ‘sueño americano’ siempre ha sido principalmente económico; un ideal dinámico de libre empresa, libre mercado y la oportunidad individual basada en el mérito y la movilidad. Ciertamente, la economía estadounidense ha sido extremadamente productiva. En efecto, el ingreso per cápita estadounidense sigue siendo uno de los más altos del mundo. Sin embargo, en estos días hay un dinamismo económico similar en las economías recientemente industrializadas de Asia, América Latina e incluso Europa Oriental. Todos crecen más rápido que EE UU. Si siguen las tendencias actuales, la economía china será más grande que la de EE UU en 2040. La pregunta no es si esas tendencias continuarán. Sería mejor preguntarse si el estilo estadounidense es tan superior que todos los demás deban imitarlo. Y cada vez más, la respuesta es no. Mucho se debe, por ejemplo, a las diferencias entre el modelo dinámico estadounidense y el “modelo europeo”, supuestamente flojo y excesivamente regulado. Los continuos esfuerzos para reformar el mercado de trabajo y los recortes fiscales en Europa han sido ridiculizados. Los hombres de negocios se preguntan por qué estos países no pueden parecerse más a Reino Unido, sin la enorme carga impositiva, la regulación estatal y las restricciones a la administración que plagan a las economías continentales. Se dice que, tarde o temprano, los europeos adoptarán el modelo estadounidense o perecerán. Sin embargo, éste es un mito. Durante una gran parte del período de postguerra, Europa y Japón disfrutaron tasas de crecimiento más altas que EE UU. Recientemente, Airbus dio alcance a Boeing en ventas de aviones comerciales, y la UE superó a EE UU recientemente como principal socio comercial de China. La clasificación de este año de las economías más competitivas según el Foro Económico Mundial otorgó cinco de las 10 primeras posiciones —incluida Finlandia, la No. 1— a las democracias sociales del norte de Europa. “La democracia social nórdica sigue siendo fuerte”, escribe Anthony Giddens, ex director de la Facultad de Economía de Londres y teórico del “Nuevo Trabajo”, en un reciente número del semanario New Statesman, “no porque se haya resistido a la reforma, sino porque la abrazó”. Éste también es el secreto del desempeño económico de Reino Unido. Lorenzo Codogno, codirector de economía europea del Bank of America, piensa que los británicos, igual que el resto de los europeos, “probarán su propia manera de lograr un equilibrio apropiado”. Ciertamente, nunca permitirían la falta de protección social que aqueja al sistema estadounidense. Los europeos son conscientes de que sus sistemas proporcionan una buena educación primaria, más seguridad laboral y una red social más generosa. Están dispuestos a pagar impuestos más altos y a someterse a regulaciones con tal de mantener su calidad de vida. Por ejemplo, los estadounidenses trabajan muchas más horas que los europeos. Pero no son necesariamente más productivos —ni más felices, inmersos como están en las deudas domésticas, sin el tiempo (o el dinero) del que disponen los europeos para salir de vacaciones y realizar viajes internacionales. George Monbiot, un intelectual británico, expresa una opinión generalizada cuando dice: “El modelo estadounidense se ha convertido en una pesadilla en lugar de un sueño”.Simplemente vea al próspero Reino Unido. En lugar de recortar la seguridad social, el gobierno laborista de Tony Blair la ha extendido. Según el Centro Londinense de Estudios Políticos, el gasto público de Reino Unido representó 43 por ciento del PIB en 2003, cifra que se acerca más al promedio de la región del euro que a la proporción estadounidense de 35 por ciento. Y sigue aumentando (cerca de 10 por ciento anualmente durante los pasados tres años) al mismo tiempo que la seguridad social está reformándose para proporcionar servicios más eficazmente. La inspiración, dice Giddens, no viene de EE UU, sino de la Suecia socialdemócrata, donde se ha demostrado que la atención infantil universal, la educación y la atención a la salud aumentan la movilidad social, las oportunidades y, finalmente, la productividad económica. En EE UU, la desigualdad parecía tolerable porque era la tierra de la igualdad de oportunidades. Pero esto ya no es así. Hace dos décadas, un director ejecutivo estadounidense ganaba 39 veces el sueldo medio de un obrero; actualmente gana 1,000 veces esa cantidad. Diversos estudios realizados en todo el país muestran que EE UU se ha convertido recientemente en un país relativamente difícil para que las personas más pobres logren salir adelante. Monbiot resume los datos científicos: “En Suecia, una persona tiene tres veces más oportunidades de ascender en la escala social que en EE UU”.Otras naciones han empezado a notarlo. Incluso en Hungría y Polonia, países más pobres y proestadounidenses, las encuestas muestran que sólo una pequeña minoría (menos del 25 por ciento) desea importar el modelo económico estadounidense. Una importante razón la constituyen sus deficiencias cada vez más claras. “Los estadounidenses tienen la mejor atención médica del mundo”, declaró Bush en su discurso inaugural. No obstante, EE UU es la única democracia desarrollada sin una garantía universal de atención a la salud, dejando a aproximadamente 45 millones de estadounidenses sin un seguro médico. Tampoco reciben servicios de salud de calidad superior. Ya sea que se mida entrevistando a los expertos en salud pública, haciendo encuestas de satisfacción del ciudadano o midiendo las tasas de supervivencia, la atención a la salud ofrecida por otros países se sitúa cada vez más por encima de la de EE UU. El índice de mortalidad infantil en ese país está entre los más altos de las democracias desarrolladas. El francés promedio, como la mayoría de los europeos, vive casi cuatro años más que el estadounidense promedio. No es de sorprender que la OMS clasifique al sistema estadounidense de atención a la salud en el lugar 37 del mundo, detrás de Colombia (22) y Arabia Saudí (26), y en el mismo nivel que Cuba. Y la lista sigue: sórdidas tensiones raciales, altísimos índices de encarcelamiento, tasas de pobreza infantil superiores a las de cualquier país miembro de la OCDE, excepto México, donde en la actualidad Europa inspira más admiración que EE UU. “Sus soluciones parecen más naturales para los mexicanos porque ofrecen soluciones reales a problemas reales y aparentemente insolubles”, dice Sergio Aguayo, un prominente defensor de la democracia en México, D.F., refiriéndose a la educación, atención a la salud y las políticas sociales de Europa. Mientras los estados antidemocráticos como China pueden, irónicamente, estar entre los últimos lugares en aspectos en que EE UU todavía representa una alternativa política y social atractiva en comparación con los gobiernos autoritarios, los nuevos modelos se vuelven más prominentes. Según Julie Zhu, estudiante de la universidad de Beijing: “Cuando estaba en el bachillerato, creía que EE UU era una tierra de ensueño, un lugar legendario”. Todo lo que ella compraba tenía que ser estadounidense. Ahora eso ha cambiado, dice: “Cuando las personas tienen dinero, suelen escoger productos europeos”. Hasta hace poco tiempo, EE UU era el principal destino para los estudiantes extranjeros que buscan una educación universitaria. Actualmente, cada vez más estudiantes van a otros países —a otras regiones de Asia, o a Europa. Casi puede sentirse cómo el péndulo cambia de ruta. POLÍTICA EXTERIOR: Los líderes estadounidenses han creído desde hace mucho tiempo que el poder militar y el modelo estadounidense van de la mano. EE UU no participó en la Segunda Guerra Mundial sólo para derrotar a las fuerzas del Eje, sino para hacer que el mundo fuese más seguro para NU, la precursora de la Organización Mundial de Comercio, la Unión Europea y otras instituciones internacionales que fortalecerían a los países más débiles. La OTAN y el Plan Marshall fueron los pilares sobre los que se construyó la Europa de hoy. En la actualidad, los estadounidenses hacen la misma asociación, confundiendo el poderío militar con el derecho. Tras las críticas europeas contra la guerra de Irak, los franceses se convirtieron en “monos sumisos”. Los alemanes eran ingratos oportunistas. Los británicos (y los polacos) eran los aliados solitarios de EE UU. No es de sorprender que muchos de quienes escucharon el discurso inaugural de Bush la semana pasada, en el que juraba apoyar a quienes desafiaran a la tiranía, hayan visto indicios de un argumento para invadir Irán: hasta ahora, Washington ha mostrado un mayor apetito para difundir sus ideales mediante la fuerza de las armas que a través de campañas sentimentaloides para ganar corazones y mentes. Un ex ministro francés afirma que EE UU es la última “potencia bismarckiana”; el último país que cree que la aplicación precisa del poderío militar es el instrumento más importante de la política extranjera.Compare esto con la unión Europea —que ha creado un enfoque basado en instrumentos civiles como el comercio, la ayuda extranjera, la pacificación, la supervisión y la legislación internacional— o incluso con China, cuya influencia económica se ha convertido en su arma diplomática más eficaz. La herramienta más fuerte para ambos países es el acceso a los grandes mercados. Ninguna política individual ha contribuido tanto a la paz y la seguridad en Occidente como la admisión de 10 nuevos países —a los que seguirá una media docena más— en la UE. En muchos países, los nacionalistas autoritarios son vencidos por coaliciones democráticas unificadas por la promesa de incorporarse a Europa. Y en el último mes, los líderes europeos han tomado la valerosa decisión de considerar la incorporación de Turquía, donde la perspectiva de unirse a la UE está ayudando a crear el sistema democrático más estable del mundo islámico. Cuando los historiadores miren hacia atrás, quizás vean esta política como el verdadero hito de nuestro tiempo, superando en efectividad a la fuerza bruta de EE UU.Estados Unidos puede sentirse satisfecho por esto. Después de todo, el éxito del modelo de EE UU de mediados del siglo pasado —extender la democracia, el libre mercado, la movilidad social y la cooperación multilateral— ha hecho posible en gran medida la diversidad de modelos que vemos hoy. Ha sido una luminosa habilidad en el manejo de los asuntos públicos de generosidad incomparable. ¿Pero dónde deja esto a EE UU? Los estadounidenses todavía invocan el idealismo democrático. Lo escuchamos en el discurso del presidente Bush, con su proclamación apocalíptica de que “la supervivencia de la libertad en nuestra tierra depende cada vez más del éxito de la libertad en otras tierras”. Pero cada vez menos personas tienen paciencia para escuchar. Los titulares en la prensa británica eran casi despectivos: el desafiante Bush no menciona la guerra, el tema de las armas nucleares y su misión del segundo período: acabar con la tiranía en la tierra. ¿Esta administración no ha aprendido nada de Irak?, se preguntan. ¿La Casa Blanca realmente espera obtener el apoyo del resto del mundo, con sus fortalezas y sueños diferentes? Los fracasos de la política exterior del país sólo han resaltado el fracaso del ‘sueño americano’, no lo han causado. El verdadero peligro es que los estadounidenses no comprenden esto, perdidos como están en los ensueños de grandeza, con discursos sobre la libertad.